martes, 6 de julio de 2010

Todo Esta Bien

El día lunes, leyendo varias columnas periodísticas, algo llamó mi atención. Ante la resolución de la Suprema Corte de Justicia sobre el caso de San Salvador Atenco, muchos analistas ocuparon sus espacios para hablar de la Suprema Corte. En todos los diarios, mas de un periodista describió la resolución del tribunal supremo y sus beneficios para la democracia. De igual forma, muchos usuarios de las páginas aplaudían este evento, con igual o mayor emoción que los analistas politicos.

Luis Gonzales de Alba se notaba molesto en su columna. En un par de párrafos, analizaba los hechos y cuestionaba la decisión del tribunal. Noté como apelaba a evidencia que todos tuvieron a la mano, pero que olvidaron en el último minuto y aplaudieron la liberación de estas personas. No podía entender, como un ser humano que roció de gasolina a otro estaba libre, excusándose en algo llamado “criminalización de la protesta social”. Los comentarios defendieron a la corte, y atacaron al autor de la columna. De todo esto, me puse a pensar sobre el concepto de justicia que tenemos, los hechos que enfrentamos y nuestra interpretación de la realidad.

En México, tenemos una visión extraña de justicia. El concepto de bien y mal se orienta en relación a las perspectivas de quien lo plantea y la definición de la víctima. Por lo tanto, siempre se tiene una expectativa sobre el resultado que ofrezca. Reconozco que no he tenido necesidad de apelar a ella, dado que aun no enfrento una situación que sea tan grave. Pero, me preocupa la forma en la que se entiende tal concepto. Creo que no tenemos una visión general de orden y normalidad que rija nuestras conductas. Por el contrario, pensamos siempre en un bien que apoye nuestra visión y un mal que la confronta, independientemente de lo que pensemos.

Visualicemos el siguiente ejemplo: si el día de mañana buscáramos crear un reglamento de tránsito desde cero (sin inspiración alguna), tendríamos que pensar en quien debe transitar por cual calle y quien no. Habría que delimitar vías por donde los autos sigan un solo sentido, así como zonas donde sea posible estacionarse. Un sentido de orden apelaría en buscar que las rutas minimicen los tiempos de viaje de un automovilista. Sería necesario poner semáforos en puntos críticos, puentes peatonales en zonas de alta velocidad y topes en zonas escolares, pero se entendería por el desarrollo de la ruta.

El caso de México es un poco diferente. Por un lado, se buscaría que la ruta minimizara el tiempo de traslado, pero deteniendo el flujo en cada esquina para “apoyar a los peatones”. Se cerrarían calles a voluntad, dado que existen “demandas mas elevadas” que el tránsito de una o dos personas. Las banquetas se romperían y construirían, para dar espacio a todos los “habitantes”, aun cuando no sea viable en la zona. Se buscan conciliar todos los intereses, o aquellos considerados como mas importantes. No se busca definir un bien estable que se busque alcanzar. Solo se tiene un nudo de intereses encontrados.

En otras palabras, creo que en México no poseemos un sentido de orden ni normalidad. Solo defendemos posiciones que nos favorezcan, sin importar el impacto que puedan tener en los demás. Entendemos que los derechos de cada ciudadano son irrestrictos, sin penalización o límite. Por ejemplo, puedo guardar tanques de gasolina en mi casa, mientras no afecten a los demás. Cualquier ser humano racional cuestionaría una decisión torpe. Un mexicano la visualiza como parte de su realidad, siempre y cuando pueda obtener de la misma.

Con este argumento, no busco moralizar la visión del lector. Busco que se pueda interpretar la realidad desde una visión mas racional. Por ejemplo, no guardar material inflamable en una bodega junto a una guardería, no detener el tránsito vehicular por un capricho, tirar la basura en los lugares diseñados para ello. La recompensa a estos actos no es divina o moral. Es un conjunto de acciones que mejoran la convivencia dentro del entorno. Si no nos detenemos abruptamente en el tránsito vehicular, no habrá accidentes por esa causa. Si no guardamos materiales inflamables en nuestras casas, no se incendiará nuestro vecindario, etc.

Artículo de Luis Gonzales de Alba:

http://temibledani1lga.blogspot.com/2010/07/milenio20100705lc.html

(lo tomo de esta página porque el link de milenio ya no esta disponible).

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