lunes, 18 de enero de 2010

Memorias Tristes

Hace un par de semanas, recibí un correo bastante peculiar. Era como esas canciones que, de golpe, te hacen recordar eventos muy tristes en tu vida. Solo que, en este caso, un servidor automatizado de correos electrónicos había lanzado la piedra. A mi me tocaba revisar, de nueva cuenta, esa vieja herida. Y, aunque ya no duele, me ocasiona cierta sensación en el pecho bastante rara. No la describiría como dolor o angustia, pero sí inconformidad (asumiendo que el cuerpo produzca una sustancia que provoque esa sensación).

Antes de continuar con la historia, pondré un pequeño disclaimer. No existió relación amorosa entre la persona de la que hablo en este post y yo. La anécdota no se vínculos con algún tipo de romance o amor. Simplemente es hablar de la existencia, y la forma en la que no la comprendemos. Si usted, querido lector, piensa que hay un amor viejo en lo que escribo, le ruego se detenga y visite tmz o perezhilton. Ellos tendrán la respuesta amarillista que busca.

Existen un poema, escrito por uno de los poetas malditos que quisiera comentar. Al momento de escribir el post, no tengo en la cabeza el titulo, pero prometo buscarlo. En el, Charles Baudelaire habla de que cada persona cuenta con un monstruo personal, y lo carga alegremente durante su vida. Una enorme creatura, que lentamente desgarra tus entrañas y fastidia tu espalda. Sin embargo, haces poco para librarte de ella, incluso llegando a celebrar su existencia. Poco a poco, se apodera de ti, insertando su cola en tu cabeza y haciendo tus pasos cada vez mas cortos y pesados. Un día despiertas sin ganas de hacer lo que amas, por esta lapida viva arrastras a todas partes.

En lo personal, siento que es algo desarrollado cuando eres joven e idiota para comprender la vida. Hay golpes que te permiten moldear el carácter y demás cosas sobre la personalidad. Pero hay otros, que te encadenan a una carga de frustración muy grande. Y eres muy idiota para enfrentarlo.

Me gustaría sumar a este tema el papel que tiene el núcleo familiar. Cuando eres pequeño, tus padres se encargan en instruirte los aspectos básicos del bien. En otras palabras, aprendes (en muchas ocasiones con poca amabilidad) que robar es malo y ayudar bueno, entre tantas situaciones dicotómicas. Pero, estando cerca de la edad adulta, se supone que debes interpretar estructuras mentales mas complejas, que no siempre tus padres desean analizar. O, desde otro punto de vista, dilemas que se solucionan de acuerdo a su perspectiva, y no a un juicio informado. Por ejemplo, aprendes que existen ciertas profesiones que "solo los hombres" deben desempeñar, o lugares "apropiados" para las mujeres. Pero, como te encuentras dentro del núcleo damilar, no percibes esta idea como errónea o falsa. Lo entiendes como parte de tu existencia. Si a esto le sumas los problemas que has decidido cargar, la respuesta es poco satisfactoria.

La persona a la que me refiero, cargaba un problema. Había algo dentro de su vida que le parecía muy difícil sobrellevar. Una vez me lo comentó, por accidente, camino al gimnasio de la universidad en la que estudiábamos. Me dijo que antes tenía la fuerza para levantarse al alba, y hacer mucho mas de lo que yo podría en un fin de semana. Pero, en ese momento, sentía que algo le molestaba. Y no le dejaba levantarse por la mañana y hacer lo esencial de todo ser humano. Lo volvió a mencionar un par de veces después, en cartas que intercambiamos. Después en ese año, me entero que tomó una decisión muy drástica con respecto a su vida (desde mi punto de vista, asesinando todo lo que ella amaba hacer en busca de refugio).

Desde que ella lo mencionó, sentí que debía decir algo. Había pasado por depresiones similares, así que podia percibir lo que sentía. Debía preguntar: ¿Por qué te sientes así? ¿Qué te molesta? ¿Desde cuando lo sufres? Déjame escucharte. Si no puedo darte un consuelo, por lo menos buscaré dar un poco de comfort a tu pena. Pero lo evite. Me mantuve sumergido en mi pequeña pecera, asumiendo que era el único con problemas en el mundo. Eche a la basura cualquier tipo de comunicación, aun sintiendo que algo andaba mal con ella.

Y es por eso que escribo las lineas de este post. Recuerdo con melancolía (disminuida con el tiempo) lo que aquí pongo. No sé si mis palabras hubiesen cambiado su vida, pero al menos lo habría intentado. Hoy, sólo me quedo con la aquella máquina recordando esta historia y su triste protagonista. Tal vez lo olvide la siguiente semana, es cuestión de administrar las urgencias. Quizá el próximo año sea mejor, y la empresa quiebre, apague el servidor, o borre ese nombre de la lista. O, yo tenga el valor que no tuve esos días y mande un correo para que se remueva de su listado.

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