lunes, 4 de enero de 2010

Movie FAIL

El día de ayer fue a ver "Avatar". A falta de un análisis profundo, que prometo haré en los próximos días (en este u otro blog), dejo la mejor reseña que pude encontrar:

El Financiero
Rick's Café
José Felipe Coria
Lunes, 28 de diciembre de 2009
  • Realidad ampliada.

La carrera por mantener lo espectacular en el tono más estridente posible re-crea el viejo truco de la tercera dimensión. En esencia es lo mismo: un artilugio estereoscópico. Si hace medio siglo obligaba a usar anteojos bicolores, ahora la polarización lo hace mejor. El frenesí que trae consigo descubrir que ya no se vomita la gente al ver un filme en 3-D crea una dizque neodramaturgia que sus promotores definen como "realidad ampliada": un hiperrealismo casi tangible, al alcance de la mano. Año con año se mejoran, en apariencia, técnicas para hacer un filme así. Es una propuesta tecnológica cada vez más descabellada que hace de la estridencia una suerte de santo grial que siempre se encuentra y siempre se pierde, hasta la siguiente semana. Este año la tercera dimensión confirmó que tal vez los lentes para verla sean mejores, pero cada sistema inventado es uno y lo mismo, porque todos los filmes 3-D se ven igualitos, no hay mayor profundidad de campo, no hay mejor percepción del relieve, no hay nada novedoso que supere el gastado recurso de arrojarle objetos al espectador.

Cumbre de esta "realidad ampliada" y supuesto parteaguas en la historia del cine es el reciente filme de James Cameron: Avatar (2009), filmado con, ¡cámara!, la Cameron Cámara. Pero fracasa a pesar de la costosa campaña de publicidad que pretende destacar el mensaje "político" que denuncia la depredación de un planeta, precisamente con una cinta que depreda tu cartelera local con cuatro versiones distintas (IMAX 3-D, 3-D normal, versión convencional, versión doblada), a ver si la ves a huevo. Y fracasa porque su "realidad ampliada" es de caricatura. Los personajes dibujados se notan así: dibujados. La mezcla de acción entre personajes vivos y dibujados es igual a Space Jam (1996, Joe Pytka), que es igual a ¿Quién engañó a Roger Rabbit? (1988, Robert Zemeckis), que es igual a Los tres caballeros (1945, Norman Ferguson).

Avatar es, como mucho del cine contemporáneo hollywoodense, un sampler de lugares comunes ya vistos. Los "hallazgos" de Cameron pueden citarse incontables veces en otros filmes: ya vimos un militar ojete ostentando su taza de café al momento de la matanza, ya vimos un soldado cambiar de bando porque se "enamora" del pueblo al que van a exterminar, ya vimos cómo nace el amor entre razas opuestas, ya vimos al héroe solitario con una piedra -o los mínimos recursos que tenga a mano- ganar una guerra asimétrica, ya vimos cómo el belicismo es cabronamente espectacular pero predecible en sus resultados. Ya vimos en la historia del cine idénticas acciones y trazado de personajes, sobre todo en los últimos dos decenios. Tanto que hasta Cameron se cita a sí mismo: Jake (Sam Worthington) acaba colgado de un misil en una aeronave en vuelo, igual que sucedía en Mentiras verdaderas (1994), y sus robots bélicos son copia piratita de sus Terminators (1984,1992) y de los Robocop (1987, 1990, 1993). Lo mejor: su naturaleza de oropel digital es igual a la hecha por Peter Jackson para su trilogía de El señor de los anillos (2001-2003) y para su versión de King Kong (2005).

Nada de original hay en lo que Avatar cuenta; entonces, ¿cuál es la novedad? Acaso lo que resulta obtuso detrás de la suma de obviedades que es su argumento. Eso que permanece oculto bajo las gruesas capas de efectos especiales y de "realidad ampliada". Si lo que dice es algo choteado, a pesar de su empalagoso merengue visual, hay que hurgar en el revés del filme. Como el gran argumento "político" consiste en insistir que un ejército ultratecnificado puede ser sometido a punta de flechas ("¿estás bromeando?"), desvela que Cameron le tiene miedo cerval al síndrome de Vietnam. En efecto, la insistencia del magro argumento escrito por Cameron mismo expresa una envidia del pene bélico. Puesto que el tamaño del ejército que imagina lo pone a babear (enormes aviones, innumerables soldados todos cargados de testosterona así sean mujeres, incontenibles máquinas de destrucción masiva, abrumadora fuerza aérea, capacidad de fuego genocida), y como siempre los que le acaban poniendo en la madre a tan aparatoso poder son ojones salvajes que aúllan y vuelan pajarracos de cuatro alas a la vez que cabalgan caballos de seis patas, y convierten a la naturaleza en su aliada al ritmo de danzas tribales (con percusiones y coritos a la Disney-Broadway), en realidad lo que le interesa no es el tamaño sino saber cómo mover el "aparato" logístico de un belicismo tribal, primitivo y encuerado. Tan simple conclusión es expresada con la aparatosa "realidad ampliada", fílmicamente impotente para impactar y dramáticamente chiquita por buscar lo espectacular apoyándose en una tecnología apantallapendejos que olvida cuán humano es el arte de narrar.



johnmatrix2@hotmail.com

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