jueves, 28 de mayo de 2009

Profesionistas dóciles y sumisos, pero eficientes y con iniciativa

Sé que puedo meterme en un problema por andar colocando este material, pero ahí va. Es una discusión/queja porque la Secretaría de Educación Pública de México decidió eliminar la materia de Filosofía de la educación Media (Preparatoria). En lo que queda de la semana, pondré un par de posts para analizarlo. Fuera de la retóritca pobreza-Pedro Infante, hay cosas que vale la pena destacar.

Profesionistas dóciles y sumisos, pero eficientes y con iniciativa

El Financiero
Sección: Cultura
Miércoles, 27 de mayo de 2009

  • Sin la filosofía, no hay amor al pensamiento.

Severo Iglesias, Jorge Vázquez, Lourdes Ortiz, Greta Trangay, Joaquín Ortiz, Josué Zalapa, Arturo Raya...

En menos de un mes, la frase perdió frescura. Hoy es un fruto podrido. Hiede más que antes. La originalidad y la convicción con que fue dicha se las llevó el cinismo. "La filosofía existe, aunque ya no se mencione y ya no la enseñemos", declaró Miguel Székely. Hoy recula. Todo fue una confusión, afirma.

Pero, en honor a la justicia, la frase asestada hace unas semanas por este funcionario de la SEP, subsecretario de Educación Media Superior, y su actual reculada no obedecen a su humor personal. La frase es la materialización de la obediencia: a sus jefes, a los organismos internacionales, al sistema, como lo señala un grupo de filósofos en el texto que ahora publicamos, a propósito de la fallida pretensión de la Secretaría de Educación Pública por expulsar a la filosofía de las aulas. La reculada, por su parte, es la materialización de lo que puede conseguirse cuando un importante grupo de la sociedad protesta de forma organizada y constante ante las decisiones del poder. Al final, el cinismo necesario para expresar que nunca se pretendió eliminar la filosofía como disciplina obligatoria, sino que la SEP no fue lo "suficientemente clara" sobre el tema y "eso se prestó a una confusión", más allá de su hedor, sale sobrando. (NdelaR)

Viejas discusiones

La Secretaría de Educación Pública ha sido reprobada en los últimos años por la UNESCO al no poder capacitar a los niños para la comprensión del lenguaje y las matemáticas. Como para rematar, pretendió hace unos días expulsar a la filosofía de las aulas.

Escudada en lo que llamó las "aportaciones" de "autoridades" escolares de los gobiernos de los estados, de la ANUIES (Asociación de Universidades e Institutos de Enseñanza Superior), de la UNAM, del IPN y del "consejo de especialistas de la SEP", la institución hizo circular la propuesta denominada "Reforma Integral de la Educación Media Superior", publicada en el Diario Oficial de la Federación, bajo el Acuerdo 442, del 26 de septiembre de 2008.

Pero esta discusión no es nueva. Lleva al menos cinco décadas. Quien haya transitado por la vida universitaria y haya participado en los intentos de reforma académica, sabe que este problema se discute desde hace al menos 50 años. Y, ahora, la SEP sale con un fiasco.

La barbarie toma posesión

Este nuevo intento por echar a la filosofía de las aulas sólo ejemplifica los esfuerzos por imponer una reforma educativa ajena a la vida social. Perdidos sus autores en los datos sobre el cupo, la deserción y la eficiencia terminal, no muestran la más mínima intención de comprender al estudiante de preparatoria. Sólo buscan canalizar su mentalidad hacia los objetivos acordados en los escritorios. Su signo es la barbarie que campea por los corredores de la SEP. De hecho, tal proyecto se gestó durante la gestión del porro Reyes Tamez.

Pero, entre otras cosas, hay una principalísima que el proyecto omitía: considerar que el joven bachiller acaba de atravesar la etapa de maduración neurofisiológica y sexual, la socialización de la conducta y el afianzamiento de la facultad intelectiva con el pensamiento hipotético-deductivo. Es en esta etapa cuando cristalizan en él las propensiones a la vida socialmente efectiva, la maduración personal general, la independencia respecto a la familia y la búsqueda de una posición en la vida, el ingreso en la vida ciudadana y la maduración afectiva, con todo lo que cada rasgo implica. Si no se consideran dichas condiciones, quedan dos caminos: la educación termina siendo impuesta o el joven acaba largándose de las aulas. Y sucede que en México cada intento de reforma educativa no ve de frente las condiciones sociales y mucho menos toma en cuenta las condiciones de vida de los estudiantes.

No trata, por ejemplo, nada sobre las bajas perspectivas del empleo profesional, sobre la ocupación. Sólo se aprovecha una mínima parte de lo aprendido debido a la dependencia de la planta productiva (según la SHCP, el 84 por ciento de las empresas radicadas en México trabaja con insumos extranjeros). Menos dice algo sobre el consumismo que ha demeritado el sentido de la vida en general, sobre la drogadicción y su efecto destructor en la vida juvenil, sobre la quiebra de la moralidad y los valores en una sociedad que se descompone junto con su economía y sus instituciones. Nada, tampoco, sobre el efecto de la comunicación masiva, sobre el impacto de la comunicación global en los hábitos perceptuales y conceptuales, sobre la ausencia de una cultura nacional para resistir la invasión, sobre la organización del trabajo y el desfase que ocasiona en la preparación universitaria; nada, en fin, sobre la descomposición civil por efecto de las redes corporativas planetarias.

Educación por competencias

Parece que se busca implantar una educación ultraterrenal y de imponerla al joven, como siempre sucede cuando las autoridades tratan estos asuntos. Se hacen encuestas, nos dicen, pero consultan a empresarios y a padres de familia. Nunca al estudiante. Afanosos de servir a los organismos mundiales que controlan los Estados débiles (Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial o Banco Interamericano de Desarrollo) o incapaces de proponer algo que corresponda al bien de México, los "expertos" que plantearon este proyecto se alinean a los dictados de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), que establece las líneas a seguir en la educación superior.

De la OCDE, la SEP ha tomado su propuesta principal: las competencias. "Una competencia -dice la OCDE- implica la capacidad de responder a demandas complejas, utilizando y movilizando recursos psicosociales en un contexto particular." Resulta, por tanto, que para ellos las "capacidades", luego de omitir su relación con las aptitudes y las facultades, no son parte de la existencia humana.

No hablan de la reflexión, de la abstracción, de la inducción, del análisis, de la síntesis, de la observación, del cálculo de consecuencias, de la valoración, de la proyección, de la intuición y de otras capacidades, sino de "recursos" que se utilizan como simples medios para salir al paso en los problemas. Igual que hace la administración, que usa los recursos humanos, físicos y financieros para mantener el sistema en acción: a disposición plena, como cosas sin contenido ni vida propia. Sus palabras denuncian su utilitarismo: su proyecto siempre ha respondido a "demandas", no a problemas. No piensan en un mundo social abierto, sólo en estímulos y reacciones.

Y la burocracia de ANUIES va aun más allá. "La competencia es un conjunto de conocimientos, habilidades y destrezas -dice-. Fomentarlas es un objetivo de los programas educativos." Se trata, entonces, de responder a las "exigencias" que, desde hace décadas, la SEP identifica con las "necesidades de la planta productiva": formar técnicos y profesionales a su medida. Que sepan vivir en la ambivalencia y la alienación: dóciles y eficientes, obedientes y creativos, sumisos y con iniciativa.

Pasan por alto necesidades tales como la soberanía alimentaria, la salud universal, la educación liberadora; la soberanía cultural, tecnológica y económica; los modos de vida que superen el envilecimiento, la pasividad, la sumisión y el consumismo. Relegan, asimismo, la preparación para intervenir en la protección de la vida terrestre, en la recomposición de los sistemas energéticos y en la generación de un equilibrio del mundo humano con el planeta.

La ANUIES agrega las destrezas. Si las habilidades concretizan a las capacidades de acuerdo con los medios y materiales, el saber y la eficiencia laboral, las destrezas conjugan la unidad de tiempos y movimientos productivos (que según Frederic W. Taylor [1856-1915] identificaban la eficacia de un obrero con los movimientos de un mono). Habla, pues, en términos del empresario atrasado de principios del siglo pasado, y no de hoy, mucho menos de la universidad.

El verdadero significado de su proyecto

El proyecto de la SEP -que sin duda continuará ahora por otros caminos luego de haber dado marcha atrás a la expulsión de la filosofía de las aulas del bachillerato- no se levanta sobre el estado histórico del saber, el avance de los métodos, las formas del conocimiento, las teorías y las técnicas.

Ya incluso hacia el interior de la organización universitaria hay un feudalismo que ha permitido a ciertos grupos apropiarse de laboratorios, departamentos y plazas. La república del saber, hacia el interior y el exterior, fue privatizada. Esa situación es la que la ANUIES representa.

Poco queda de ese estado de organización del pensamiento, cuya aspiración hizo suya la Universidad en sus orígenes, que significaba fundar la república del saber. Y que, como república, constelaría alrededor de un centro: el ser humano, la nación moderna y la vida pública que propiciaría la vida plena de las personas y de la sociedad en general.

Allí la organización del saber sería autónoma, justa y armónica, respetando el contenido de cada ciencia. Educar significaría formar ciudadanos del saber, con aptitud para impulsar, enriquecer y generar aportaciones progresivas. Ideales que aún latían en las re- vueltas de los sesenta.

Tristemente, ahora las profesiones giran sobre las funciones y las instituciones que en el industrialismo expresan a los negocios. En una palabra: los centros de educación devinieron en departamentos laborales al servicio de los empresarios.

El contenido de su plan

Con esa orientación la SEP ha insistido en proponer un "marco curricular común" compuesto por "competencias", "conocimiento disciplinar" y "formación profesional".

1. Las competencias: incluyen "autorregulación y cuidado de sí, comunicación, pensamiento crítico, aprendizaje autónomo, trabajo en equipo, competencias cívicas y éticas."

Se olvida que desde los sesenta fueron vistos y analizados los límites de estos "rollos" (según se expresaban los jóvenes de entonces):

  • En una sociedad que no ofrece mucho a las nuevas generaciones se busca que éstas se "autorregulen" como aparato cibernético y así inocular en ellas la autorrepresión.
  • Se pretende que los jóvenes aprendan a "comunicar" cuando no se propicia el diálogo y la generación de pensamiento. Se busca que comuniquen sin tener qué comunicar. Por eso las formas de conducta "anómicas", incomprensible para los viejos, suplen al lenguaje.
  • Respecto a "la crítica", en las escuelas lo que queda es la palabrería de la "educación activa", pues en realidad se teme tocar asuntos medulares de nuestra época.
  • El "aprendizaje autónomo" nos remite a la autogestión académica del 68, que supone autodeterminación del estudiante en su posición social, histórica y respecto del trabajo, así como la formación que lo capacite para guiarse por sí mismo. No obstante, el proyecto de la SEP sepulta la autogestión con la tutoría. El problema no está en autoaprender lo que otros dicen, sino que se trata de reflexionar con independencia y con las bases universales del pensamiento.
  • El "trabajo en equipo" no es sino el aprendizaje para la sumisión a los grupos de trabajo y un modo de simulación donde unos trabajan y otros aprovechan.
  • Las "competencias cívicas y éticas", igual que las cartillas de la educación elemental, son prédicas neoliberales: tolerancia, respeto, adaptación a las reglas, democracia alternativa, convivencia pacífica, sin cambiar el injusto estado de cosas. No es un secreto: se busca meter policías ideológicos en la conciencia estudiantil para que las cosas no estallen.

2. Las disciplinas: lo que llaman "disciplinas" es una mezcla de ciencias positivas (biología, química y física), formales (matemáticas) y rutinas instrumentales (español y lengua extranjera). A ellas agregan geografía natural (que seguramente repetirá los cursos primarios), historia, geografía política y economía. Pero:

  • Desaparecen conocimientos básicos de literaturas y demás formaciones artísticas, cosmología, ciencia del hombre (antropología, psicología, etología, etcétera), ciencia de la sociedad "de derecho", ciencia social (sociología, demografía, urbanística, etcétera), la vida de México y su historia.
  • Ni por asomo aparece el saber de la tecnología y la civilización contemporáneas, cuyo impacto sobre la vida es gigantesco.
  • Los métodos de investigación, vía para el rigor conceptual y la congruencia racional, tampoco figuran allí. La silogística, la dialéctica y la lógica matemática, la teoría de juegos, la cibernética y la teoría de sistemas, son la base de la informática y la programática. Sin ellas no se puede comprender el fondo verdadero del mundo actual.
La filosofía apuñalada

Pero, sobre todo, en sus esfuerzos por desaparecer del escenario la filosofía, la ciencia madre del conocimiento en Occidente, el Estado pretende dejar fuera de alcance del estudiante la reflexión como un modo de conocer el mundo y a sí mismo, la estética y el tratado de la belleza, la teoría del conocimiento, la epistemología y la verdad, el examen sobre el devenir de la humanidad y los fines de la vida humana, la evolución del mundo y los valores. Pues más allá de ser un monto de saber, la filosofía representa una vía para enriquecer la vida humana con los valores (la axiología) y todo lo que es un fin en sí mismo.

De tal modo, la propuesta de la SEP iba orientada a crear un saber consumible, que el joven deberá desechar cuando le sea obsolescente por el avance técnico, por la reorganización del trabajo o por el simple olvido. En su proyecto, la SEP busca que las disciplinas "contribuyan a formar personas con capacidad de enfrentar las circunstancias del mundo actual".

Su comprensión de la vida social es rupestre. Sólo alcanza a pensar en las circunstancias. Desde Santo Tomás sabemos que las circunstancias son "lo que circunda", lo inmediato (el qué, el cómo, el cuándo, el cuánto, el para qué). De ellas se sabe por el iluminismo que "el hombre es producto de sus circunstancias"; por Marx, que "el hombre forma parte de ellas"; y por Ortega que "yo soy yo y mi circunstancia".

Cuando un joven se enfrenta a las "circunstancias" sin conocer las condiciones (las relaciones, componentes y cimientos generales) de una época, y sin el conocimiento de las situaciones (la síntesis de fuerzas colectivas en un momento de la evolución), se enreda en la competencia, las jerarquías, los intereses y la burocracia, que acaban haciendo pedazos sus aspiraciones.

Una preparación así de poco sirve. Sin la filosofía, al joven bachiller le falta el amor al pensamiento, a la verdad y a la belleza; le falta la comprensión de los fines propios y los de la vida común; le falta el compromiso que surge del debate y de la argumentación racional; le falta el interés no utilitario, inspirado en los grandes principios de la libertad, la justicia y la dignidad; le faltan los valores intelectuales, de los cuales el principal es el conocimiento objetivo, superior al practicismo; le falta el compromiso con los mexicanos y con la nación mexicana, que sólo surgen del amor a la patria y al semejante.

Por eso es explicable el desgano, la indiferencia, la falta de diligencia e iniciativa del estudiante de hoy. Mal haría si, además de malgastar su vida, fuera feliz.
La situación actual de la filosofía

  • Los cambios ligados a la globalización del mundo abren interrogantes que exigen un examen de profundidad so- bre la historia y el futuro de la humanidad, donde la filosofía puede hacer importantes aportaciones.
  • La revolución tecnológica actual tiene consecuencias sobre los materiales, la producción, la comunicación, el empleo y las actitudes generales de la población, que escapan a los enfoques de las ciencias particulares y caen en el campo de la filosofía. Con sus formas de pensar, sus métodos y medios conceptuales, la filosofía puede contribuir a su solución.
  • Los recursos y los sistemas energéticos traen efectos destructivos sobre el mundo y abren el problema del destino de la especie humana y la vida, lo cual exige la reflexión y la respuesta totalizadora propia de la filosofía.
  • Los cambios contemporáneos exigen profundizar con la filosofía en el sentido de la vida, la dignidad humana, las formas de sentir, de pensar y actuar.
  • La situación actual del derecho, la comunicación, la cultura, los valores, los grandes centros de concentración urbana y la crisis de países enteros requiere el análisis riguroso y objetivo del significado de las formas de convivencia humana generales. Asunto propio de la filosofía.
  • El mundo actual ha puesto a debate la validez de las corrientes de pensamiento vigentes durante el siglo XX. La filosofía debe examinarlas e impulsar la generación del pensamiento del siglo XXI.
  • En diversos foros internacionales, representantes de diversos países, incluyendo a México, han señalado la necesidad de que pensadores, artistas e intelectuales propongan respuestas a los problemas generales de nuestras naciones. Allí la filosofía figura en primera línea.
  • México requiere salir del subdesarrollo teórico científico y ocupar un lugar propio en el contexto de las naciones. Y la filosofía empeña, en esa tarea, gran parte de su finalidad.

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