martes, 8 de julio de 2008

Sobre estilo o como me rompí un hocico mental...

El día de hoy me quedo con un artículo que topé ayer. Se trata de una... columna (vamos a llamarle así) escrita por Heriberto Yépez todas las semanas en Milenio Diario. Forma parte del suplemento cultural "Laberinto" que leo en línea el lunes (pero no se cuando se publica... perdón). Habla de algo que considero muy difícil de tratar, porque es algo que persigo/perseguí/perseguía hasta que este escritor me puso a pensar sobre el tema y me rompió un hocico mental que tenía.

Hablar de estilo es, extrañamente, una especie de honor. Para mí, era delimitar claramente el mundo en el que te mueves. Superar todas las barreras existentes y escribir tus reglas. Es dar un conjunto ordenado de razones por las cuales eres superior a los demás y has logrado posicionarte como único e irrepetible. Quizás se nota un poco mas en la música, donde tal o cual artista alcanza un sonido particular después de mucho trabajo, cansancio, conciertos, drogas, composiciones, etc. Un muy mal ejemplo es Paul McCartney, quien no imaginarías tocando metal o salsa. Siempre lo visualizarás en una especie de línea Rock/Rock-Pop. Claro, es Sir Paul y el que lo critique es condenado a ser deborado por las llamas del infierno. Pero, me parece un ejemplo muy claro.

Y es en este momento donde me encanta poner algo que viene a destrozar absolutamente todo esto (excepto el ejemplo de Sir Paul). De acuerdo con Heriberto Yépez, el estilo es (cito textualmente):
Estilo es ahorro: contención: mecanismo. Estilizar, incluso sintácticamente, nos torna predecibles.

“Hoy todos los escritores son estilistas… El estilista es un incansable Narciso literario que busca en toda linfa su propia imagen… compone su figura con previsión de linfas que la reflejen… convierte en espejo todo lo que mira y, al no lograr aburrirse de sí mismo, engendra el hastío en los demás… consiste en fabricar una actitud del sujeto perpetuamente repetida”. Ortega y Gasset tenía razón.
y continua con algo todavía mas doloroso:
Ortega, en realidad, se quedó corto. Estilo es narcisismo, sí, pero es algo aún más penoso. Estilo es miedo. Cuando un escritor tiene miedo de explotar en la página, extraviarse, enloquecer y sacar todas sus voces, cuando teme desvariar, salir de sus bípedas rutinas y pequeñas paranoias, esas autoacusaciones puntuales que le indican que está escribiendo desordenadamente, que no está escribiendo como siempre lo hace —así de Bien—, entonces, detiene el caos con estilo: compostura.
En otras palabras un poco mas terrenales (enfatizando porque me rompió el hocico), el estilo es una especie de prisión en la que habitamos cómodos. Es saber exactamente que tenemos que hacer para agradar al mundo. Creamos una especie de reglamento duro que seguimos fielmente, volviéndonos presos de nuestras propias reglas. Es como si como artista tienes que presentar un elemento característico de ti en TODO LO QUE HACES Y SI NO LO HACES SIGNIFICA QUE NO ERES TU.

Extendiendo un poco al transcurrir de los ciudadanos de a pie, estilo significa crear una máscara (si, de Jalil Gibran) que mostramos a todo el mundo y que guardamos al momento de descansar. Creamos un mito de lo que somos (como mentira, no como leyenda) delimitándonos como figuras de papel. No es ir hasta el punto de criticar los zapatos que usamos, es dejar en claro que usar un mismo tipo de zapatos encierra lo que somos y podemos ser. La libertad llega cuando puedes usar cualquier tipo, sin importar ocasión, ni tiempo. El estilo implica tener un par de zapatos para cada ocasión (incluso, para cada momento en el tiempo).

Vale la pena revisar la columna. A continuación les dejo la liga:

Cuando escribo (d)estilo mieditis (Ed.)

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